La importancia de las emociones

📅 05 de julio, 2019

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“En su sentido literal, la emoción es cualquier agitación y trastorno de la mente, el sentimiento, la pasión; cualquier estado mental vehemente o excitado”. Sin embargo, Goleman (1995)¹ se refiere a ella como “un sentimiento y sus pensamientos característicos a estados psicológicos y biológicos y a una variedad de tendencias e impulsos a actuar”

Desde una perspectiva más vivencial las emociones son alteraciones súbitas y rápidas que experimentamos desde nuestro estado de ánimo, la mayoría de veces por ideas, recuerdos o circunstancias. Algunas de las más comunes son: la ira, la tristeza, el temor, el placer, la sorpresa, el disgusto, la vergüenza y el amor, aunque este último es considerado también un sentimiento. Todas ellas son muestras de sensaciones fugaces, que vienen y van de acuerdo al estado de ánimo en el que nos encontremos; sin embargo, de ellas se desprenden los sentimientos que son sensaciones más duraderas y perdurables en términos de temporalidad y a través de diversas circunstancias.(Cano Murcia & Zea Jiménez, 2012)

Las expresiones faciales son un excelente indicador de los estados emocionales. Es esencial aprender a manejar las emociones para funcionar plenamente, disfrutar de todo lo que nos brinda la vida y experimentar relaciones sanas con las personas que nos rodean. Día a día nos suceden cosas que hacen que sintamos emociones, por eso es imprescindible desarrollar nuestra inteligencia emocional y así ser capaces de reconocer sentimientos propios y ajenos.(Añasco, 2011).

Las emociones predisponen a los individuos a una respuesta organizada en calidad de valoración primaria, esta respuesta puede llegar a ser controlada como producto de una educación emocional, lo que significa poder ejercer control sobre la conducta que se manifiesta, pero no sobre la emoción en sí misma, puesto que las emociones son involuntarias, en tanto las conductas son el producto de las decisiones tomadas por el individuo. (Casassus, 2006)²

El ser emocionalmente inteligente nos predispone a ser socialmente equilibrados, extrovertidos, alegres, poco predispuestos a la timidez, a comprometernos con las causas y las personas, en definitiva, nos sentimos a gusto con nosotros mismos y con el universo que nos rodea porque desarrollamos una actitud empática y social. Fue Daniel Goleman (1996), quien, frente al anquilosado sistema educativo heredado desde la ilustración y determinado por el conductismo, popularizó por medio de su libro, la Inteligencia Emocional (IE), las ideas audaces e innovadoras que Peter Salovey y John Mayer habían propuesto desde 1990, las cuales venían a cubrir los espacios vacíos dejados por el constructivismo y el construccionismo como propuestas cognitivistas opuestas al conductismo. (García Retana, 2012)³

La importancia de la inteligencia emocional gira en torno a la relación que existe entre sentimiento, carácter e instintos morales. Las evidencias apuntan a que las posturas éticas fundamentales en la vida, surgen de capacidades emocionales latentes. Los que se dejan llevar por los impulsos como instrumentos de las emociones, no presentan rasgos de autodominio y por tanto padecen una deficiencia moral, entendida como la incapacidad de controlar el impulso como base de voluntad y carácter. (Cano Murcia & Zea Jiménez, 2012.)

Las emociones implican una re-significación de los eventos o sucesos, lo que permite comprender y aceptar que la cognición y la emoción se afectan recíprocamente, por lo que la persona que se educa debe ser considerada como una mezcla de razón y emoción, de manera tal que separar estos dos componentes sería atentar contra el carácter humano del ser humano. (García Retana, 2012)³

Lo anterior permite reafirmar que la razón y a la emoción son dos aspectos que existen de manera conjunta y por qué se hallan inextricablemente unidos en la mente del individuo, lo que los lleva a actuar de manera conjunta, ligados a los conocimientos adquiridos.

Es merced a la necesidad o interés que presenta una persona por adquirir determinados conocimientos, que las emociones y sentimientos influyen en su adquisición, evidenciando que todo lo que hacemos, pensamos, imaginamos o recordamos, es posible por cuanto las partes racional y emocional del cerebro trabajan conjuntamente, mostrando una dependencia una de la otra. (Martínez, 2009.)⁴ Esta relación, razón-emoción posibilita generar la capacidad adaptativa de la persona, cuya manifestación concreta se aprecia en el poder dar respuestas y soluciones, de manera eficaz, a los problemas que se presentan ligados a las relaciones interpersonales y las conductas disruptivas, propiciando en cambio el bienestar psicológico y el rendimiento académico. (Fernández-Berrocal & Ruiz, 2008)⁵

Si bien, las emociones surgen de manera espontánea, por medio de la educación emocional se puede procurar que las mismas no se desboquen y lleven a todos a cometer actos y mantener conductas que pongan en peligro sus vidas o las de los demás, ya sea en el plano físico o psicológico. El esfuerzo de la educación emocional debe estar orientado a que todos aprendan a aceptar sus emociones y sentimientos, y a partir de ello, aprendan a decidir qué conducta es la más apropiada a ser manejada según las circunstancias, de manera tal que las mismas contribuyan a una interacción social y personal constructiva, positiva, capaz de contribuir a la elevación de su calidad de vida.

¹Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Por qué es más importante que el cociente intelectual. Barcelona: Ediciones B, S.A.

²Casassus, J. (2006). La educación del ser emocional. . México.: Ediciones Castillo.

³García Retana, J. Á. (Enero-Junio de 2012). La educación emocional, su importancia en el proceso de aprendizaje. Revista Educación., 36(1), 97-109.

⁴Martínez, C. (2009.). Consideraciones sobre la inteligencia emocional. La Habana, Cuba.: Editorial Científico-Técnica.

⁵Fernández-Berrocal, P., & Ruiz, D. (2008). La inteligencia emocional en la Educación. Education & Psychology.