📅 31 de mayo, 2019
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En la actualidad es muy amplio el abanico de profesionistas a los que se lanza la oferta educativa de las psicoterapias, pues se ha generalizado prácticamente en escuelas, institutos y universidades, el acceso a persona con cualquier licenciatura (administración, veterinaria, contaduría, ingenierías etc., incluso se dan las admisiones sin la exigencia de contar con estudios de licenciatura). Lo que redunda en un movimiento del desarrollo de la psicoterapia, sin exigencias científicas y en algunos casos, francamente en oposición de la misma, argumentando fundamentaciones filosóficas ambiguas y posicionamientos metafísicos.
En México, estas escuelas que identificamos como “filosóficas” ofrecieron inicial y predominantemente, una formación sin reconocimiento oficial, basándose en la transmisión clásica de la relación maestro-alumno propia de la tradición, lo que motivo a filósofos profesionales y personas interesadas en este campo de las humanidades, a formarse en la psicoterapia. Estos grupos fueron incluyendo la presencia de médicos con interés en la salud mental, a trabajadores sociales en contacto con instituciones de salud y a sexólogos que requerían recursos psicoterapéuticos para sus intervenciones. Aún hoy este es un perfil de los buscadores de estos conocimientos.(Vera Ramirez y Covarrubias de la Torre, 2015).
Y cuando nos comparamos con otros países latinoamericanos descubrimos que la proporción de psicólogos en el país, 12 por cada 100 mil habitantes, es aproximadamente cuatro veces menor que la de Colombia, cinco veces menor que la de Brasil y diez veces menor que la de Argentina.
La escasez de psicólogos mexicanos podría favorecer en cierta medida el desinterés por nuestro día, por nuestra profesión y por nuestra persona. Podemos considerarnos un sector social relativamente minoritario que pasa desapercibido con facilidad.(Pavón-Cuéllar, 2014).
La práctica profesional (valor de uso) de una disciplina se verá distorsionada o restringida cuando esta no corresponde o no se vincula a las necesidades sociales determinadas históricamente. Por otro lado, si la profesión o disciplina no ofrece soluciones factibles (valor de cambio) para la problemática real y concreta del contexto social en el que se ubica, entonces sobreviene su desvalorización social. Tal es la situación en la que se encuentra la psicología como profesión en nuestro país.
Históricamente podemos constatar que la psicología en México ha encontrado su principal fuente de empleo y desarrollo en la enseñanza de su propia disciplina. Este factor se ha convertido en un serio obstáculo para la proyección social de esta profesión, porque ha convertido a sus practicantes en doctos ignorantes de la realidad social, y en eficientes publicistas de las diversas corrientes, escuelas o enfoques psicológicos con los que simpatizan. (Procoro Millan)¹.
La evolución de la psicoterapia en México y en varios países de América Latina ha ido mostrando, durante los últimos diez años, ha habido cambios evolutivos medulares: Primero, la fragmentación teórica que caracterizaba el trabajo académico y profesional de los psicoterapeutas gradualmente parece confluir hacia modalidades psicoterapéuticas más claramente basadas en la investigación científica. Segundo, en contraste con un perfil tradicional relativamente difuso y un tanto misterioso, la imagen social del psicoterapeuta está cobrando un carácter más definitorio como profesional que aplica los principios que regulan el comportamiento, mediante técnicas terapéuticas sometidas a prueba empírica que permiten rendición de cuentas profesionales. (Sánchez Sosa, 2012)².
¹Procoro Millan, B. (s.f.). LA PSICOLOGIA MEXICANA; UNA PROFESION EN CRISIS. México.: Ed. UNAM.
²Sánchez Sosa, J. J. (2012). Aspectos Contemporáneos de la Regulación de la Psicoterapia y el Consejo Psicológico en México. México.: Ed. UNAM.